Recuerdo cuando comenzaba en esto
del running, hará unos 3 años, apenas llegaba a hacer 5 kilómetros con gran
esfuerzo, poco a poco fui ganando resistencia e incrementando la distancia,
hasta que llegué a completar una media maratón. Por aquel entonces no sabía si
sería capaz, pero Eduardo y Fernando, mis referentes en aquella época me aseguraban que si.
Hace poco más de un año, un
compañero del trabajo me hablaba de las carreras de montaña, o trail running
para los sajones, y desde entonces no volví a pisar el asfalto. Daba un paso
más, haciendo tiradas de hasta 32 kilómetros. Con esas cifras llegaba realmente
reventado a meta, e ir más allá o incluso plantearme una maratón sonaba a
locura, algo imposible.
Pero no hay nada imposible, lo
imposible es tan solo una mentira que está esperando a ser liberada por la
verdad. Y os preguntaréis, a qué viene todo esto?
Era un viernes, 23 de mayo de
2.014 y me acercaba a Cabezón de la Sal a recoger mi dorsal para la maratón de
los 10.000 del Soplao. El ambiente es tremendo, un montón de gente se agolpa en
la feria, ojeando los stands y recogiendo sus dorsales. El mío es estupendo, un
número bajo, y con texto personalizado, podría pasar perfectamente por un pro
que esta invitado a la carrera.
Who am I? I'm a champion! |
Llega el gran día, me levanto a
las 6:30 para desayunar. Llamo a David, pero se cae de la lista, el mal tiempo
le echa para atrás. Aparco en Cabezón sobre las 7:15 junto a Alberto, a unos 3
kilómetros de la salida, que hacemos a trote para calentar un poco. Llegamos a
la zona de salida, me meto a un portal para llamar a Marta y le digo que todo
esta bien. Los nervios van in crescendo,
y salen las bicis. Nos toca esperar 15 minutos hasta que todos están en ruta.
AC/DC esta sonando, y por fin nos
atruena la traca que da comienzo a la maratón. Nos apretamos las manos y nos
deseamos suerte.
Alberto sale rápido, y yo voy a
mi ritmo, le veo alejarse, pero no quiero cometer el error de forzar al
principio, la carrera es larga y hay que dosificar. Los primeros compases
discurren por las calles de Cabezón, repletas de gente en ambas aceras. Pronto
entramos en la nacional, hasta llegar al asador Foramontanos, que dejamos a
nuestra izquierda para subir un durísimo repecho. Toca andar, pero sin bajar el
ritmo, paso a paso voy adelantando gente. Así hasta llegar a la antena, donde
se crestea durante un buen rato, en fila india, lo que me permite seguir en
pelotón sin cansarme demasiado.
![]() |
¿Quién dijo miedo? |
En el kilómetro 5 aproximadamente
se agolpa la gente, uno de los momentos espectaculares de la carrera, el temido
cortafuegos, estoy arriba y oigo gritos ¡Asistencia, asistencia! Joder, debe
estar complicado, pero tras los primeros pasos compruebo el grip de mis
Salomon, la tierra agarra, así que le echo huevos y bajo decidido. La mayoría
de la gente está tratando de bajar pisando hierba, pero yo voy por el centro de
la pista, que está prácticamente libre, lo que me permite adelantar posiciones.
Son 800 metros brutales.
Una vez abajo bebo de mi Powerade
y llamo a Marta. “Si, si, ya estoy abajo, ningún problema”. Antes de ponerme a
correr me detengo un instante y echo la vista hacia atrás, la imagen es
impresionante, una hilera de hormiguitas de colores es lo que veo antes de
reanudar la marcha.
![]() |
Una última mirada atrás... |
Tras cuarto de hora llego a la
nacional, se oye a la gente animar. Estoy en Ruente, cojo una lata de Aquarius
sin detenerme y voy dando sorbos poco a poco. Cruzo la fuentona y atravieso el
puente, la gente se aglomera y los aplausos y vítores te llevan en volandas.
Es el kilómetro 11
aproximadamente, y me toca afrontar uno de los momentos más duros en el aspecto
psicológico. Sé que viene una larga subida en zigzag, que me quedan 36
kilómetros para llegar y que la parte que conozco está llegando a su fin.
Al poco me encuentro con un
compañero de la universidad, haciendo el recorrido inverso en bici, un poco de
ánimo y a seguir hacia delante. Una cara conocida, algo es algo, pues fue la
única que vi, incluso al llegar a meta.
Llego a la casa del monte de
Ucieda, el kilómetro 18, y aprovecho para recargar el bidón, tomar unas
naranjas y una barrita energética. A partir de ahora terreno desconocido.
Atravieso la campa y hay un desvío a la derecha, una ligera ascensión que da
paso a parte del recorrido de la Ruta de los Puentes (que podéis encontrar en
una entrada anterior). Se trata de una zona estrecha y bastante rápida, con un
sendero que hay que atravesar en fila india. Me engancho a un grupo y voy a
buen ritmo, pero el terreno cambia, y el barro hace acto de presencia, lo que
ralentiza al grupeto en exceso. No hay tiempo que perder, salgo de la trazada
para adelantar y continuo mi camino.
Al poco atravieso una zona de
bosque, tras la que se encuentra una tachuela muy dura, son unos 300 metros de
desnivel muy pronunciados, el pelotón asciende por donde puede. La gente va
justa de fuerzas y se comienza a comentar el ascenso al Toral. De momento voy
bien y puedo adelantar bastantes posiciones. Una vez finalizado el ascenso se
pasa por otra zona de bosque, y al salir, se ve a lo lejos el Toral, un coloso
descomunal. Discurre el kilómetro 29 y aprovecho para tomarme un gel
energético.
Recorro la distancia que me
separa del Toral a un ritmo relajado, hay que reservar fuerzas para el ascenso
y la parte final. A medida que gano metros el gigante cobra fuerza, hasta que
llego a sus pies. Encorvo la espalda y echo las manos a los muslos para subir a
un ritmo lento pero constante, la pendiente es muy dura. Al rato alcanzo un
falso llano que parecía la cumbre, pero es tan solo una ilusión en mitad del
camino. Aprieto los dientes y continuo mi ascenso. Ya se oyen los gritos de
ánimo en la cima, un último esfuerzo y estoy arriba. Me permito la licencia de
andar un par de minutos para reposar, pero no conviene acomodarse, así que reanudo
la carrera por el verde.
Al cabo de un par de kilómetros comienzo a
sentir ligeros latigazos en los gemelos, los temidos calambres. Me veo obligado
a andar durante 500 metros, durante los cuales aprovecho para tomarme mi último
gel energético. Es el kilómetro 35, se puede hacer muy larga la parte final.
Por fin me decido a correr de nuevo, a un ritmo lento y dubitativo, parece que
las piernas responden y puedo seguir tranquilo.
Al poco llego al último punto de avituallamiento, donde aprovecho para
deshacerme de los desperdicios, y reponer el bidón.
Prosigo la marcha y coincido con
un corredor de la ultra, el público le comenta que va duodécimo, constantemente
pregunta cuánto le queda para llegar. Está desquiciado porque unos le dicen que
7, otros que 8 ó incluso más. Lleva recorridos más de 100 kilómetros y en
cuanto comienza la bajada me deja atrás. Yo tengo dolores en los cuádriceps y
tengo que bajar el ritmo. El descenso a Mazcuerras se vuelve infernal, unos 400
metros que suponen un suplicio debido al dolor, durante esta parte me adelanta
bastante gente. Pero todo tiene un fin, y ese pequeño trecho deja paso a un
camino de asfalto que atraviesa un parque. Se comienza a ver más gente, y ya se
intuye el final de la prueba, unos 4 kilómetros aproximadamente, que recorro
muy justo de fuerzas.
![]() |
Perfil de la prueba |
![]() |
Mirando el reloj, y no sé ni dónde aparqué el coche... |
Un buen relato para un esfuerzo muy importante, se nota la satisfacción de una carrera que por lo que dicen todos en la piscina de Orlando es un troncha piernas brutal.
ResponderEliminarFelicidades
El que quiera propaganda que la pague, Salomon, Aquarius, sin embargo dices "gel energético", es que esos no ta han pagado por decir la marca?.
ResponderEliminar