Hace un mes y medio de la prueba,
pero he querido dejar reposar cuerpo y alma antes de escribir esta crónica.
Las expectativas eran muy altas,
y solo anticiparé que para bien o para mal, Transvulcania no deja indiferente a
nadie.
Llegamos a la isla de La Palma el
8 de Mayo, con tiempo suficiente para degustar la comida canaria, recoger el
dorsal, disfrutar del ambiente previo, y la obligada cena de pasta.
Recogida de dorsal. Estamos en Twitter!!!
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Suena el despertador, son las
2:15 de la mañana, todo está preparado, camelbak, geles, playeras, manta
térmica, frontal y resto de material obligatorio. Desayuno ligero y al autobús.
El calor inunda la calle, y se ve
bastante gente en dirección a la parada, cuando llego la cola es enorme, antes
de montarme habrán partido unos 10 autocares.
70 minutos me separan del Faro de
Fuencaliente, donde está Alberto, que lleva un buen rato esperando.
El viento es fuerte y frío, y a
pesar de la animación la espera se hace larga. Extrañamente no estoy nervioso,
la falta de entrenamiento, debido a mi episodio con la ampolla, la posterior
pereza y otras motivos hacen que vaya carente de presión.
Vamooooonoooooooos!!!! |
Por fin llega el ansiado momento,
son las 6 de la mañana y Depa da la salida, estamos bien colocados, pero la
gente sale muy rápido, y entre empujón y empujón me voy quedando atrás, de
manera que no consigo evitar el tapón inicial. El primer kilómetro lo hago en
20 minutos, pero más vale asegurar, alguno por delante de mío se pasó de listo
(o de tonto, según se mire) y cayó contra una piedra afilada, en fin, yo
pensaba que en esto de correr por la montaña había más solidaridad y había un
rollo diferente, pero hay gente que nunca aprende.
La famosa serpiente multicolor es
un espectáculo digno de ver, y cuando echando la vista atrás pude disfrutar de
ella en todo su esplendor (si, había gente detrás de mi aunque no lo creáis).
Los primeros kilómetros son una
larga ascensión, que te elevan desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de
altura, mucho caminar, y mucha procesión. Yo que estoy acostumbrado a correr
solo no disfruté de tanta gente en fila india.
Llegué al Refugio del Pilar a las
10:30, con 30 minutos de adelanto sobre el tiempo de corte, donde aproveché
para quitarme el cortavientos, tomar algo de fruta y quitarme la arena
volcánica de las zapatillas.
El siguiente tramo era bastante
corrible, con una pista llana y amplia, pero la alegría duró poco, y en el
puerto del Reventón, hacia el kilómetro 32 se volvía a ascender notablemente.
Un cartel anunciaba el siguiente avituallamiento a 12 km, pero realmente fueron
17, y muy duros. Con el sol luciendo en todo lo alto, mucho desnivel y
cansancio acumulado. Llegué con las reservas muy escasas de agua.
Este fue uno de los puntos clave
de la carrera, fui al centro médico de asistencia, a ver si tenían algo para
las ampollas, allí pude ver otra parte de la carrera, la de la gente que está
jodida de verdad, tirada en el suelo con la manta térmica y escalofríos, apenas
sin poder sostener un vaso. La de gente que tiene pinchazos en la tripa (según
me enteré más tarde puede ser un síntoma de paro cardiaco), la de gente que
necesita conectarse un gotero, puedo afirmar que me dio respeto.
Por suerte para mi, uno de ellos
me ofreció un compeed para el inicio de ampolla que llevaba un rato
molestándome.
Aproveché para comer y recargar
agua, mientras la gente consultaba si el cierre en el Roque era a las 17 ó 18
horas, no lo sabían ni en la propia organización. Una hora podía marcar la
diferencia entre finalizar o no, así que sin más miramientos decidí marcharme.
Y fue lo mejor que pude hacer,
este tramo no se me olvidará jamás, corrí todo lo que pude, lo di todo hasta
vaciarme, adelantando gente, que seguían comentando el tema del cierre del
control.
Impresionante la imagen en mi
retina de la hilera de gente por el barranco, con la Caldera de Taburiente a
nuestra izquierda, y corriendo todo lo que podía haciéndome hueco para llegar
al control.
Aún recuerdo un palmero alentando
a todos los que estábamos allí, a voz en grito: ¡Dicen que nos regalan una hora
para llegar, pero no la queremos! ¡Vamos que podemos!
Al rato veo la cúpula del
observatorio, está lejos y no sé calcular la distancia, pero al lado está el
dichoso autobús. El autobús que bajara a los Llanos a todo aquel que no pase el
control. Quito la imagen de mi cabeza y sigo tirando. Más tarde una cuesta en
zigzag y gente animando: “Tranquilos que ya estáis aquí!”.
Un último esfuerzo y atravieso la
alfombra. 5 minutos antes del cierre. Según escribo estas líneas me emociono al
recordar ese momento. Sabía que ya estaba hecho. Un poco de agua, fruta y
llamada de rigor.
El resto es historia, bajar de
2.400 metros hasta la playa, donde están Marta y Alberto animando, y un último
repecho de 300 metros de desnivel antes de entrar en los Llanos a las 10 de la
noche, 16 horas y 35 segundos más tarde…
En el momento sentí un vacío
enorme, pensaba, si puedo hacerlo yo, cualquiera puede hacer lo mismo, y me
juraba a mi mismo que no volvería jamás a Transvulcania.
Puedo garantizar que la sonrisa es postiza. Joder como sufrí... |
Hoy puedo asegurar que si tengo
ocasión volveré.
Puedo asegurar que dos son las
claves para haber podido ser finisher en esta edición. La amabilidad del
palmero que me ofreció sus compeed, esa amortiguación evitó que incrementara la
ampolla y el dolor.
Y la segunda pero no menos
importante, las fotos. No detenerme a sacar ni una sola foto, si hubiera parado
quizá no hubiera pasado aquel control.
La isla al completo |
El guerrero nº 1.000 |